El monopensamiento en la ciencia
(Tiempo de lectura: 5 minutos)
El gran reto que enfrenta la ciencia (y siempre ha enfrentado) es que debe coexistir con toda clase de metodologías subjetivas que a veces rayan en lo absurdo. Sin embargo, incluso si estas metodologías desaparecieran en favor de una aproximación más racionalista por parte de la mayoría de los integrantes de una sociedad, esto no evitaría las diversas problemáticas que la ciencia trae integradas. Una de ellas es la de la creación de un monopensamiento, que es de lo que trata este artículo. ¿Por qué, como estudiantes de ciencias, nos interesa? Porque la ciencia cambia en sus metodologías y paradigmas, y como los dinosaurios, un científico que no pueda adaptarse a los nuevos paradigmas no sobrevivirá mucho tiempo fuera de la burbuja de seguridad que es la academia.
Cuando hablamos del monopensamiento en la ciencia nos referimos a la tendencia de la comunidad científica de adherirse a un único paradigma, teoría o método para abordar y entender los fenómenos del mundo. Es un enfoque unidimensional que limita la diversidad de perspectivas y la capacidad de la ciencia para explorar y entender la complejidad de la realidad. Este fenómeno no es reciente; lleva ocurriendo desde los inicios del pensamiento humano, a veces más, a veces menos, pero siempre ha sido una constante en una especie que necesita sentirse segura dentro de lo común y lo conocido.
En su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas, Thomas Kuhn plantea que el método científico no es más que whishfull thinking. Los científicos, como el resto de las personas, somos unos necios irremediables, y más que ajustar nuestras teorías y opiniones a lo que observamos, la mayoría de las veces intentaremos hacer justo lo contrario: ajustar la verdad a nuestras teorías preconcebidas. En otras palabras, un científico se sentirá tan incómodo como cualquier hijo de vecino cuando le muestres evidencia de que aquello que defiende no es del todo correcto, ya no digamos si le dices que está obsoleto. Kuhn los llamaba “paradigmas”: Un marco de teorías, métodos y estándares que define lo que será la investigación “legítima” dentro de un campo. Cuando existe un paradigma, la ciencia opera en un modo que él llamaba "ciencia normal", que consiste en “resolver acertijos” dentro del paradigma. Los científicos del siglo XIX se volvieron tan buenos en la resolución de acertijos que, a inicios del siglo XX, Lord Kelvin, uno de los mayores unificadores de la física de aquella época, hizo su famosa declaración:
“No queda nada por ser descubierto en la física. Todo lo que queda son mediciones más y más precisas.”
Esta frase la dijo justo a tiempo para que, unos años más tarde, los cimientos de la física fueran profundamente sacudidos por los inicios de la física cuántica y relativista.
Lord Kelvin no era un tonto. Al contrario, era un científico brillante. Sencillamente, lo que dijo era cierto desde la perspectiva del “paradigma” dominante en ese momento, paradigma en el que él estaba completamente inmerso al grado de no ver que era solo uno entre muchos posibles. Efectivamente, lo que hoy llamamos “física clásica”, en aquella época era simplemente “física”. Y esa física estaba resuelta en su mayoría. Pocos pudieron ver que, fuera de aquel paradigma, Pocos pudieron ver que, fuera de aquel paradigma, se revelaba un nuevo universo, hasta entonces completamente desconocido.
La ciencia moderna no está entonces exenta de ser víctima del monopensamiento, y es un tema central no solo de Kuhn, sino de la propia filosofía de la ciencia que abordaron sus mayores exponentes. Popper argumentaba que la ciencia debería basarse en la falsabilidad, es decir, la capacidad de una teoría para ser probada y, potencialmente, refutada. Según Popper, las teorías científicas nunca pueden ser verificadas de manera concluyente, pero pueden ser refutadas mediante experimentación y observación. Esta perspectiva promueve un enfoque crítico y abierto en la ciencia, donde las teorías están siempre sujetas a escrutinio y revisión, y donde la diversidad de enfoques e hipótesis es esencial para el avance del conocimiento. En ese sentido, una afirmación que no tiene manera de ser refutada o puesta en duda no es una afirmación científica.
Paul Feyerabend, por su parte, tomaba una posición aún más radical: en su escrito “Contra el Método”, argumenta que el progreso científico debe ser anárquico y que la imposición de paradigmas o metodologías estrictas sofocaría la creatividad y el progreso científico. Y aunque coincide con Kuhn en la idea de que la ciencia de una época es producto de su contexto histórico y sociocultural, Feyerabend sugiere que la ciencia no es necesariamente superior a otras formas de conocimiento como la mitología o la religión.
-
“Siempre que una teoría te parezca la única posible, tómalo como una señal de que no has comprendido la teoría ni el problema que pretendías resolver…”
-
“La ciencia normal, la actividad en la que la mayoría de los científicos inevitablemente pasan casi todo su tiempo, se basa en el supuesto de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo.”
-
"La separación del Estado y la Iglesia debe complementarse con la separación del Estado y la Ciencia, la institución religiosa más reciente, más agresiva y más dogmática".
¿Qué relevancia tiene todo esto? Intentemos por un momento imaginar lo que estos tres pensadores dirían si pudieran volver de entre los muertos y ver en lo que se está convirtiendo la ciencia moderna, empezando por uno de los hashtags más pervasivos y malignos que trajo la pandemia mundial de 2019: #TrustTheScience
La llegada del COVID19 ayudó a terminar de implantar en la narrativa social la justificación para una ola global de intervencionismo estatal, la creación de una ciencia “oficial” y recorte de libertades individuales, apoyado por buena parte de la comunidad científica mundial. Pero, ¿qué significa “confiar en la ciencia”? La ciencia, para serlo, debe ser falseable. Una afirmación que no puede ser refutada o puesta en duda es, ya dijimos, anticientífica. En los primeros años del COVID, muchos miembros de la comunidad médica fueron atacados y silenciados por poner en duda las narrativas del monopensamiento (ahora podemos llamarle como lo que era) respecto al uso de cubrebocas, la efectividad de los lockdowns, la eficacia de las nuevas vacunas, su aprobación sin estudios de riesgo a largo plazo, y un largo etc. Desde entonces nueva información ha ido surgiendo (en la mayoría de los casos de manera muy discreta) que muestra que la narrativa oficial (también podemos ya llamarla así) estaba basada en verdades a medias o mentiras completas (solo un ejemplo: las vacunas, a pesar de que mucho se dijo al principio que evitaban contagiar a otros, en realidad nunca lo hicieron, y las autoridades de salud pública de todo el mundo lo sabían desde el primer momento).
Pero el monopensamiento va más allá de lo que pasó durante la pandemia: una parte cada vez mayor de las investigaciones científicas se hace pensando en el financiamiento que se va a recibir (o dejar de recibir) o la recepción que tendrá una idea entre los “peers”, en detrimento de un propósito más idealista de la ciencia que es responder preguntas verdaderamente importantes o avanzar en nuestro entendimiento del universo. En algunos casos no solo no se está avanzando, sino que se está perdiendo información valiosa. Sirva como ejemplo que, muy recientemente, la American Heart Association eliminó la “raza” de los pacientes en sus algoritmos de predicción de enfermedades del corazón. De acuerdo al New York Times:
“The revision comes amid rising concern about health equity and racial bias within the U.S. health care system, and is part of a broader trend toward removing race from a variety of clinical algorithms.”
Pasando a otra sorprendente noticia absolutamente no relacionada con lo anterior, se espera que, al menos en EEUU, las nuevas generaciones serán las primeras en tener una esperanza de vida menor que la de sus padres.
En cualquier caso, si el lector considera que esta nueva tendencia en la medicina es un avance, ¡felicidades! continúe por ese camino y contrastemos sus resultados con los de los demás. Otros grupos pueden seguir otras ideas, y deberían de poder hacer sus investigaciones libres de cualquier presión porque, al final del día y contrario a lo que individuos sin escrúpulos nos han intentado hacer creer, NADIE tiene la última palabra en la ciencia.
Desde este espacio se invita a la comunidad científica a rechazar el monopensamiento y no tener miedo a tener opiniones contrarias ni a estar equivocado. Hacer ciencia no se trata de estar bien ni de hacer o pensar lo mismo que todos los demás. Hacer ciencia se trata de poner a prueba las ideas que te interesan y dejar que los demás hagan lo propio. La ciencia no necesita más borregos, necesita rebeldes.
Go Rogue.
Derecho de réplica: nuestra linea editorial apoya la libre expresión de ideas desde el respeto y los argumentos. Si quieres responder o hacer correcciones a alguno de los artículos, envianos el nombre del artículo al que estás respondiendo, tu réplica y tu nombre o pseudónimo al correo hipatia@datawestward.com con el asunto “Derecho de réplica”. Las mejores serán publicadas en las siguientes ediciones, en la sección con el mismo nombre.